viernes, 6 de febrero de 2015

el sentido de la libertad

Francisco J. Contreras, Vicente Bellver, Francisco Carpintero, Elio A. Gallego, Rafael Ramis
El sentido de la libertad
Stella Maris
Barcelona, 2014
400 pp.
ISBN 978-84-16128-32-7

Tuvo la editorial Stella Maris la gentileza de enviarme este libro, El sentido de la libertad, un trabajo de divulgación filosófico-jurídica que cumple con creces el papel de manual sobre los derechos humanos imprescindible para estudiantes (entre los que me encuentro y espero estar siempre) de Derecho. He disfrutado mucho con su lectura.

La nota más destacable del libro es que los autores dan prioridad a la explicación de las líneas de pensamiento, de las justificaciones, de los debates en torno a los derechos humanos. Saben arrancar desde el inicio de la tradición occidental del pensamiento para mostrar las líneas de continuidad y discontinuidad trazadas en la dinámica y en la articulación de los derechos humanos, que ellos conciben como precipitado histórico de la ley natural. A mi modo de ver, la fundamentación de los derechos humanos en la dignidad de la persona (y la justificación de su necesidad) constituye uno de los elementos cruciales del libro, que el lector debe completar con el pensamiento de Spaemann para lograr una perspectiva completa acerca de las profundas raíces que los derechos humanos tienen en la tradición judeo-cristiana.

Rescatan los elementos mejores del liberalismo filosófico y denuncian la transformación de los derechos humanos desde su posición de res extra commercium hasta su deflación actual, que los ha dejado en simple artículo de transacción política e ideológica, cosa que ya denunciara para el ámbito angloamericano, entre otros, M.A. Glendon en su Rights Talk. Las grandes cuestiones teóricas —nunca prescindibles— desembocan en un certero diagnóstico de los problemas actuales, cifrados especialmente en la biotecnología y en el Derecho de familia.

Cuando de derechos humanos —o de derechos fundamentales— se trata, corremos el riesgo de transformar toda reflexión de fondo y forma en una compleja explicación positivista de los mecanismos formales, en un enredado aparataje dogmático que jamás se pregunta por el ser de las cosas, sino que se limita a explicar cómo funcionan. Que además concibe la libertad (advierten también los autores) como punto de llegada y no como punto de partida. Corremos el peligro de convertir a los cultivadores del Derecho en los técnicos de mantenimiento de un ordenamiento jurídico contingente. Y que piensen otros.

Hace años, los estudiantes de Derecho se quejaban de que los estudios jurídicos eran demasiado teóricos. Hoy, los estudiantes se quejan de que todo resulta demasiado práctico, que “no hay tiempo” para reflexionar sobre el sentido de las “cosas del Derecho”. Un estudiante pedía en un mensaje de Twitter a los docentes: “Estimados profesores de la Universidad Complutense de Madrid: No quiero saber cómo aprobar, quiero saber a secas. Gracias.” Aquí encontrarán los insatisfechos un amarre para su deseo de saber.

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