Una forma de tomar el pulso al grado de tolerancia en una sociedad es ver cómo se resuelven las tensiones entre la libertad de expresión y el respeto a las creencias religiosas, sin necesidad de acudir a los tribunales. En una sociedad verdaderamente tolerante, lo ideal sería que fueran los propios ciudadanos quienes sopesaran si todos los usos de la libertad de expresión son igualmente valiosos...
Continúa en este número de Aceprensa.
Juan Meseguer concluye su artículo así: "De todos modos, más que un problema jurídico de conflicto de intereses, parece que estamos ante una cuestión de sensibilidad o de “cultura política”. Si bien uno puede sentirse muy libre de ridiculizar las creencias ajenas (siempre que las autoridades no le frenen los pies), resulta difícil imaginarse cómo sería posible la convivencia pacífica en una sociedad en la que todos se movieran con esa lógica."
A lo mejor se debería limitar a vestirse de filete de ternera exclusivamente, puede que eso le dé algo de estabilidad en lugar de entrar en discusiones filosófico-religiosas a altas horas de la noche.
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