"This case, involving legal requirements for the content and labeling of meat products such as frankfurters, affords a rare opportunity to explore simultaneously both parts of Bismarck's aphorism that No man should see how laws or sausages are made".
Así comenzaba la sentencia Community Nutrition Institute v. John R. Block, 49 F.2d 50 (1984), en el Tribunal Federal de Apelaciones para el Distrito de Columbia. El ponente era Antonin Scalia, como se recordaba precisamente en una reciente entrevista concedida por este magistrado del Tribunal Supremo Norteamericano para New York Magazine. Quien conozca la figura de Scalia sabe que es polémica por los cuatro costados. Recuerdo que la Universidad de Chicago se enorgullecía de su relación con A. Scalia y de R. Posner. Como la Universidad de Chicago tiene que ganarse los cuartos matrícula a matrícula, ofrece como tarjeta de presentación haber tenido en sus aulas a juristas importantes en el país. Me imagino que en España, si el Tribunal Constitucional entre sus doce contara con mayoría de magistrados procedente de la Universidad Complutense o de la Universidad Pompeu Fabra, no sería motivo de orgullo y promoción, sino de vergüenza y crítica: bien porque sería visto como manifestación de centralismo en el primer caso, o bien porque se interpretaría como cesión política al nacionalismo catalán, en el segundo.
La cita de las salchichas está atribuida a Bismarck, aunque según parece debe ser más bien del poeta americano John Godfrey Saxe. Pero no deja de ser ingeniosa, con independencia de la autoría real. En el gran mito acerca de la ley todo es bien simple: la ley es expresión de la voluntad popular a través del Parlamento. Es un elemento cuasi-sagrado. En la "trastienda", sin embargo, se sabe de su poco honroso origen y los juristas saben también de su imperfección técnica.
El otro día hablaba con un antiguo alumno precisamente de este tema: de la inocencia jurídica y los mitos relativos al Derecho. Cuando un estudiante llega al primer año de estudios jurídicos, parte de la mitología. Cuando sale de la Facultad, e incluso cuando realiza estudios de Máster, descubre que no es oro todo lo que reluce. Pero coincidíamos que el estudiante de primero debe comenzar desde la inocencia y el candor. Hay que respetar ese primer momento mágico en el que el Derecho es un gran edificio sagrado del que cabe esperar un mundo mejor y por el que vale la pena luchar frente a la tiranía y la arbitrariedad. Pocos estudiantes de Derecho que sean vocacionales (es decir, que no hayan comenzado los estudios de Derecho por no haber sido admitidos en una Ingeniería o en algún grado de Ciencias de la Información, supongamos) comienza la carrera con la idea clara de querer hacer estudios jurídicos para burlar la ley sistemáticamente o para hacerse rico, muy rico a base de utilizar la ley en beneficio propio. Por eso, el docente en los primeros pasos de los estudios de Derecho debe respetar los ritmos de maduración del que comienza el camino. Cada cosa a su tiempo. De este modo es más fácil lograr juristas responsables, en lugar de técnicos consagrados al escepticismo.
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