Manifiesto de la Asociación para la Investigación y la Docencia "Universitas"
EL OTRO NO ES UN ENEMIGO
1. La semana pasada la Universidad Complutense ha vuelto a ser noticia por la irrupción de un grupo de radicales de extrema izquierda en la Facultad de Derecho que se saldó con varios heridos.
2. Ante esta situación, es necesario que se cumpla el ordenamiento jurídico, se deben prevenir los brotes de violencia sean del signo que sean y combatir sus efectos, y es necesario que las
autoridades académicas estén a la altura de las circunstancias. Estos fenómenos son muy
preocupantes, aunque afortunadamente siguen siendo esporádicos a pesar de todo el sufrimiento social generado por la crisis.
3. Estos brotes de fanatismo y sinrazón nos interrogan a los que vivimos diariamente en la
Universidad. La consideración de que el otro es un enemigo, o te roba algo, o es tan incómodo
que más vale anularlo porque cuestiona tu pensamiento o tu manera de vivir, está en el fondo
de estos hechos. Es la clave de una sociedad enfrentada en facciones o de una incapacidad
para estimar lo que otro u otros pueden hacerte descubrir. Y, sin embargo, cuando uno se para
a pensar en lo sucedido, y lo compara con las horas pasadas en las clases, bibliotecas,
laboratorios, estudiando o investigando, discutiendo o pensando, lo que sale es la sorpresa de
poder descubrir la realidad. Esto es lo propio de la dinámica universitaria. Y es por eso que
estos episodios violentos resultan más hirientes y nos hacen preguntarnos: ¿cómo ha podido
pasar una cosa así? ¿Cómo estamos educando?
4. A esta pregunta sólo se puede contestar desde hechos y experiencias que nos recuerdan
que es posible la convivencia, que todos los días suceden encuentros que rompen la violencia y
generan relaciones marcadas por lo propio de la universidad. La vida es un bien que se
ensancha al compartirlo, no algo a defender como en una trinchera siempre amenazada por
los demás. Los ejemplos son muchos y vale la pena no perderlos de vista. Es el caso de una
profesora que, sorprendida al encontrar a un alumno que ha sacrificado gran parte de la nota
de su asignatura por asistir a una manifestación, le dice: “yo no creo en los motivos de tu
lucha, pero creo en tí que luchas”. A partir de ahí nace una relación que hace que los dos
profundicen en las razones por las que desean construir la universidad sin necesidad de
convencerse mutuamente. También es indicativo de esta dinámica el testimonio de una estudiante del campus de Somosaguas que vuelve a encontrarse con una compañera que hace
un par de años había protagonizado otro episodio de violencia. Su sorpresa es grande al
descubrir que su compañera no ha olvidado el diálogo iniciado en aquel momento, en el que
ella presentaba su pertenencia eclesial como una experiencia inconfundiblemente liberadora.
Al contrario: ese diálogo se ha convertido en punto de partida para un camino posible de
estima mutua. O lo que cuenta un estudiante de Historia que, participando en una asamblea
cuyo contenido ideológico no comparte, de pronto cae en la cuenta de que tanto él como el
que está interviniendo desean vivir con un ideal, y eso genera entre ellos una unidad más
fuerte que lo que les separa. Este tipo de encuentros humanos hace que valga la pena ir cada
día a la universidad, porque sólo el acento verdadero de estos encuentros humanos, de una
presencia así, hace posible el diálogo y convierte la vida universitaria en una aventura
atrayente. Este es el reto: ¿puede nuestro ideal comenzar este diálogo con cualquiera?
Noviembre 2013
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