La transgresión poética, la manifestación profanadora, los títeres que no eran para (pero fueron para) niños con algunas referencias al terrorismo vasco (¿sátira y vale todo?) ocupan por un tiempo la opinión pública en España. No creo que nos ocupen mucho tiempo, porque en la piel de toro tenemos una "estructura mental de telediario": en seguida pasamos a los deportes y al tiempo.
No estoy muy seguro de que la normativa del Código penal en materia de ofensas a los sentimientos religiosos vaya a resultar decisiva en parte de estos sucesos. Probablemente en el caso de que en la profanación de Somosaguas estuviera acompañada de determinados eslóganes ("arderéis como en el 36") quizá cabría entender que el artículo 510 del Código penal pudiera estar relacionado con aquello. Pero Rita Maestre niega haber gritado eso.
En cualquier caso, el ejercicio de la manifestación y la expresión bajo estas características poco ayuda a generar una sociedad pacífica, tolerante, abierta, sino que nos pone en tensión. Por esta parte del planeta nos enfurruñamos con facilidad. Sitúa a un sector de la ciudadanía en posición de marginación y sospecha. Remite al revanchismo de la violencia verbal la solución de los problemas. En el fondo, quizá sea que no creemos en las instituciones democráticas, que sean en el fondo una excusa o pretexto para salirnos con la nuestra.
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