Que la Universidad esté en crisis, sinceramente me parece una afirmación inexacta. Voy a explicar por qué.
La Universidad condensa la tradición del pensamiento de una civilización. Acogiendo el concepto de tradición de McIntyre, concluyo que lo característico de una tradición es el debate abierto respecto de categorías comunes. La Universidad es un crisol de ese debate abierto. La diferencia entre el debate mantenido en los medios de comunicación y en la Universidad es claro. Todo lo que se debate en los medios de comunicación puede estudiarse y debatirse en la Universidad, pero no todo lo que se debate en la Universidad es apto para un debate en los medios de comunicación; sencillamente porque o no interesa o no se entiende o se reduce a un titular de prensa que deforma la riqueza del debate (algo semejante a lo de Benedicto XVI, el buey y la mula).
La Universidad está en crisis perenne porque está siempre en debate. Eso no se ve, no se aprecia, es difícil que lo reflejen incluso los famosos índices de las universidades más prestigiosas del mundo. Una Universidad floreciente es compatible con problemas estructurales, económicos, etc.
Cosa distinta es que esté en crisis o que corra peligro de desaparecer. Me explico: se está produciendo un debilitamiento de los elementos esenciales de la Universidad que son fundamentalmente dos: docencia e investigación. Uno no puede estar sin el otro, de forma que no hay verdadera Universidad sin el equilibrio (no necesariamente estable) de ambos elementos. Sin docencia, la Universidad es un centro de investigación en conexión con la empresa o con el Estado. Sin investigación, es una academia de preparación para el ejercicio de profesiones diversas. Docencia e investigación pueden estar presentes, incluso en situaciones de constante cambio de planes de estudios, de modificación del estatuto del personal docente e investigador, etc.
Los recortes presupuestarios sobre la Universidad significa un debilitamiento de ambas cosas: de la investigación y de la docencia. Porque sin fondos no es posible investigar; ni siquiera en el mundo jurídico: nos hemos pasado casi seis meses sin poder comprar libros en la Universidad Complutense: los libreros no podían vender sin saber cuándo podrían cobrar. Y sin relevo generacional docente —no es posible un normal relevo generacional fluido en las circunstancias actuales— sencillamente no habrá profesores cualificados a medio plazo.
Dicho lo anterior, añadiré dos consideraciones más sobre el tema.
La primera de ellas, en esta misma entrada.
En primer lugar: espero que los rectores no manipulen la peligrosa situación para intereses parciales. Un ejemplo. Suscribí hace unas semanas la Plataforma de Investigadores de la Universidad Complutense de Madrid. Lo hice porque no es aceptable en las circunstancias actuales el funcionamiento económico a través de la llamada “caja única”: no se han respetado los fondos destinados a investigación —de los cuales el Rectorado de la Complutense debía ser mero gestor intermediario— y se han empleado dichos fondos para parchear problemas económicos graves e inmediatos. Lo cual ha conducido a la lamentable situación de que los proveedores no cobran y, por ende, no surten a los equipos de investigación. Esto, en el área jurídica, podría ser soportable durante un tiempo. Sin embargo, esto en el área de las ciencias experimentales no es sostenible: los laboratorios no pueden aguantar sin consumibles de equipos y materiales —muchos de ellos exigen renovación constante, sean perecederos o no. El gran peligro que se cierne sobre la Plataforma de Investigadores es que el Rectorado la redirija “de dentro afuera”. Es decir: en lugar de ser un arma para que los dirigentes de la Universidad Complutense cambien de modo de funcionar, respeten los fondos de investigación y fomenten en serio la misma, que enfrenten la Plataforma a la Comunidad de Madrid y externalicen el problema. No hay mejor defensa que un buen ataque. Si la plataforma se convierte en un satélite al servicio del Rector de la Complutense, sencillamente habrá fracasado.
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